Crónicas de un visionario
(Parte I)
Corría el año 2920 en un
planeta llamado Tierra. Sus habitantes eran prósperos a pesar de que sus
antepasados habían enfrentado inmensos problemas de origen natural. La política
planetaria había cambiado 600 años atrás para dar paso a una política
preocupada por la sobrevivencia de la raza humana. Así se pudieron consolidar
muchos proyectos espaciales y se logró coloniza Marte, seguido de Europa,
Mercurio, Venus y Júpiter.
A pesar de todos los
obstáculos, en tan solo seis siglos la especie humana dejo de ser una
civilización de tipo cero para convertirse en tipo uno pues habían logrado
superar la barrera tecnología con aquel cambio de mentalidad entre sus
múltiples líderes. Ahora podrían predecir con exactitud terremotos, huracanes,
tornados, tormentas, erupciones, frentes fríos y defenderse contra amenazas
externas como los asteroides.
Las biociudades eran lugares
donde las frutas y verduras se sembraban en las distintas casas y de los
edificios colgaban gigantescas enredaderas con maravillosos tipos de flores,
mientras que los frondosos árboles separaban los cruceros de las grises
carreteras.
La humanidad había logrado
extender su longevidad de múltiples maneras hasta alcanzar los quinientos años
(puesto que a esta edad el cáncer atacaba el organismo de forma seguida a pesar
de ser erradicado múltiples veces). Ahora los niños convivían con sus decabuelos
(el décimo abuelo) de aspecto joven a sus cuatrocientos años.
Los controles farmacéuticos
de natalidad eran infalibles y la tecnología de la reproducción permitía tener
a los hijos de muchas maneras: desde el vientre o en incubadoras artificiales.
El embarazo masculino era muy común y popular entre los ciudadanos. Las
nociones orientación sexual se habían desvanecido casi por completo (en las
clases bajas y medio bajas los prejuicios eran mayores que entre las demás
clases sociales) y las de género persistían de forma distinta. A pesar de ello,
era una acrópolis de la diversidad como la humanidad nunca había visto en donde
los sordos escuchaban y los ciegos veían, si querían.
Ipca
(Vura 5, García Orozco Citlalli Berenice)
Abril 2014
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